viernes, 22 de febrero de 2013

Viernes I de Cuaresma: Oración para este día


Al  llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: ¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre? Ellos contestaron: Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas. Él les preguntó: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?
Simón Pedro tomó la palabra y dijo: Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo. Jesús le respondió: ¡Dichoso tú, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo.
Ahora te digo yo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo. Y les mandó a los discípulos que no dijesen a nadie que él era el Mesías.
(Mt 16, 13-19)

La ayuda a los demás puede ser una buena manera de confesar que Jesús es el Mesías. Si estás haciendo actualmente un voluntariado (o simplemente haces una acción buena por los demás) te puedes preguntar qué has aportado y qué te ha aportado a ti.


Si no es éste tu caso, puedes entrar en contacto con un voluntario de tu colegio o entorno. Habla con él o ella de su experiencia. Al final del día puedes recordar esta conversación y ver lo que se ha removido dentro de ti. Será una bonita oración de acción de gracias.

Conocerte, Señor
es aprender a escuchar tu voz
que nos habla en la historia,
en los acontecimientos,
en la vida que nos rodea.

Es descubrir tu presencia
en los sencillos y desvalidos,
en los que no tienen voz ni lugar
en la sociedad de nuestros días.
Es atender a tus palabras,
e intentar vivir conforme a ellas,
haciendo el bien,
preocupándonos de los demás,
siendo honestos, justos, sinceros.

Conocerte Señor
es practicar tus enseñanzas.
No quedarnos en la teoría,
en un saber que no produce frutos,
y, por lo tanto, no es bíblico,
ni espiritual,
porque donde está el Espíritu
hay vida, y Vida nueva.

Es ser misericordioso,
compasivo,
atento al otro,
dispuesto a compartir
sus penurias, sus tristezas,
sus alegrías, sus dificultades.

Danos coherencia.
Que nuestras vidas
muestren con obras concretas
qué Dios es el que conocemos,
a quién hemos entregado
nuestros esfuerzos,
en qué Dios confiamos,
a quién servimos.
Marcelo A. Murúa

ORACIÓN FINAL
No es fácil, Jesús, reconocerte en nuestra realidad.
Sin embargo cuando ponemos en juego
toda nuestra capacidad de servir y de darnos,
reconocemos que recibimos de los demás mucho
más de lo que somos capaces de dar.
Y ahí te reconocemos a ti, Señor,
Hijo del Dios vivo, fuente de generosidad y entrega sin límites.
Gracias, Jesús,
por alentar en nosotros el amor,
por hacer de nosotros
servidores de los demás. Amén.

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