"Siempre he sabido que la barca de la Iglesia no es mía, no es
nuestra, sino que es Suya y no la deja hundirse; es Él quien la conduce
ciertamente también a través de hombres que ha elegido, porque así lo ha
querido. Esta ha sido y es una certeza que nada puede ofuscar. Y es por esto
que hoy mi corazón está lleno de agradecimiento a Dios porque no ha dejado
nunca que le falte a la
Iglesia y también a mí su consuelo, su luz y su amor...
Quisiera que cada uno se sintiese amado por aquel Dios que
nos ha dado a su Hijo a nosotros y que nos ha mostrado su amor sin límites. Quisiera
que cada uno sintiese la alegría de ser cristiano...
¡Dios nos ama, pero espera que también nosotros lo amemos! ¡Queridos
amigos! Dios guía a su Iglesia, la levanta siempre y sobre todo en los momentos
difíciles. No perdamos nunca esta visión de fe, que es la única y verdadera
visión del camino de la
Iglesia y del mundo. Que en nuestro corazón, en el corazón de
cada uno de vosotros, esté siempre la alegre certeza de que el Señor está a
nuestro lado, no nos abandona, es cercano y nos rodea con su amor. ¡Gracias!
(Benedicto XVI)
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