Señor: se nos cae la cara de
vergüenza
al dirigirnos a
Ti.
Nosotros
no sabemos lo que
es sentir hambre.
Nosotros
nos permitimos el
lujo de protestas,
de
estropear y tirar el pan,
el pan nuestro,
también de los
hambrientos.
Y
Tú nos dices:
"Dadles vosotros
de comer".
Danos
un corazón sensible
a
los gritos de los hambrientos
de pan material.
El
pan nuestro de cada día
dánosle hoy,
el pan que
cambie nuestro corazón,
este
corazón egoísta
y de piedra,
por un
corazón compasivo,
generoso y
arriesgado.
Jesús subió en una barca y se dirigió a un sitio tranquilo y
apartado. Las multitudes lo supieron y lo siguieron por tierra desde las
ciudades. Al desembarcar vio Jesús una gran multitud, se conmovió y se puso a
curar a los enfermos.
Caída la tarde se acercaron los discípulos a decirle: -
Estamos en despoblado y ya ha pasado la hora; despide a las multitudes, que
vayan a las aldeas y se compren comida. Jesús les contesto:
- No necesitan ir; dadles vosotros de comer.
Ellos le replicaron:
- ¡Si aquí no tenemos más que cinco panes y dos peces!
Les dijo:
- Traédmelos.
Mandó a las multitudes que se recostaran en la hierba y,
tomando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció una
bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos; los discípulos a su
vez se los dieron a las multitudes. Comieron todos hasta quedar saciados y
recogieron los trozos sobrantes: doce cestos llenos. Los que comieron
eran hombres adultos, unos cinco mil, sin mujeres ni niños.
(Mateo 14, 13 - 21)
Rezamos el padrenuestro, pidiendo a Dios que nos ayude a compartir "nuestros panes y peces".
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