miércoles, 20 de febrero de 2013

Miércoles I de Cuaresma: Oración para este día


La gente se apiñaba alrededor de Jesús, y él se puso a decirles: «Esta generación es una generación perversa. Pide un signo, pero no se le dará más signo que el signo de Jonás. Como Jonás fue un signo para los habitantes de Nínive, lo mismo será el Hijo del hombre para esta generación. Cuando sean juzgados los hombres de esta generación, la reina del Sur se levantará y hará que los condenen; pues ella vino desde los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay uno que es más que Salomón. Cuando sea juzgada esta generación, los hombres de Nínive se alzarán y harán que los condenen; pues ellos se convirtieron con la predicación de Jonás, y aquí hay uno que es más que Jonás».
(Lc 11, 29-32)


Nuestro corazón es experto en poner barreras y fronteras (nuestros amigos, nuestros parientes, los que piensan como nosotros…), pero también es experto en quitarlas. Entonces surge la acogida y nuestro corazón se ensancha y enriquece. Pero es todo un reto: abrir el corazón.


Puedes traer a tu memoria a alguien con el que hayas establecido alguna barrera y pregúntate: ¿la puedo quitar hoy? En tu mano está hacer que los extranjeros dejen de serlo.


El placer de servir
Toda la naturaleza es un anhelo de servicio.
Sirve la nube,
sirve el viento,
sirve el surco.
Donde haya un árbol que plantar, plántalo tú;
donde haya un error que enmendar, enmiéndalo tú;
donde haya un esfuerzo que todos esquivan, acéptalo tú.
Sé el que apartó la piedra del camino,
el odio entre los corazones
y las dificultades del problema.
Hay la alegría de ser sano y la de ser justo;
pero hay, sobre todo, la hermosa,
la tan inmensa alegría de servir.
¡Qué triste sería el mundo si todo en él estuviera hecho,
si no hubiera un rosal que plantar,
una empresa que emprender!
Que no te llamen solamente los trabajos fáciles.
¡Es tan bello hacer lo que otros esquivan!
Pero no caigas en el error
de que sólo se hace mérito con los grandes trabajos;
hay pequeños servicios que son buenos servicios:
adornar una mesa, ordenar unos libros, peinar una niña.
Aquél es el que critica, éste es el que destruye,
tú sé el que sirve.
El servir no es faena de seres inferiores.
Dios, que da el fruto y la luz, sirve.
Pudiera llamársele así: «El que sirve».
Y tiene sus ojos fijos en nuestras manos.
Y nos pregunta cada día: «¿Serviste hoy?»
Gabriela Mistral

ORACIÓN FINAL
Tú, Señor, vives en el corazón del ser humano
y te asomas al deseo de vivir, de servir, de amar.
Para ti no hay barreras,
ni fronteras, ni límites.
Tu bondad no se puede rodear con una valla.
Tu fidelidad no se puede controlar.
Tu amistad no entiende de países,
ni de lenguas, ni de costumbres.
Pon un poco de esa capacidad de amar sin límites
en nuestros corazones.
Nosotros nos ocuparemos del resto. Amén.

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