miércoles, 5 de diciembre de 2012

El sembrador de nogales


Un día caminaba por el campo, cuando vi a un hombre bastante anciano, que estaba cavando un pozo. Intrigado, me acerqué a él para preguntarle qué estaba haciendo. "A mí siempre me gustaron las nueces", me contestó. "Hoy llegaron a mis manos las nueces más exquisitas que probé en mi vida, así que decidí plantar una de ellas".

Me entristecí al pensar que ese pobre hombre, a tan avanzada edad, jamás llegaría a probar una de esas nueces. "Disculpe, amigo", le dije. "Para que un nogal dé frutos deben pasar muchísimos años, y dada su edad, es muy probable que cuando este arbolito de sus primeras nueces, usted ya haya muerto hace mucho. ¿No ha pensado que tal vez sería más provechoso para usted sembrar tomates, o melones o sandías, que le darán frutos que usted sí podrá saborear?".


El hombre me miró un instante en silencio, durante el cual, no supe si sentirme muy sagaz por mi observación o muy estúpido. Tras unos segundos que me parecieron horas, finalmente me contestó: "Toda mi vida me deleité saboreando nueces, cosechadas de árboles cuyos sembradores probablemente jamás llegaron a probar. Cuando de nueces se trata, no le corresponde a quien siembra el ver los frutos. Por eso, como yo pude comer nueces gracias a personas generosas que pensaron en mí al plantarlas, yo también planto hoy mi nogal, sin preocuparme de si veré o no sus frutos. Sé que estas nueces no serán para mí, pero tal vez tus hijos o mis nietos las saborearán algún día."

Y entonces me sentí muy pequeñito y egoísta por pensar sólo en mí. Desde ese día, me dediqué a plantar nogales.

Esperar no es tarea de otros. Ni siquiera confiar en que todo se nos dará hecho. Esperar es esforzarse para que al menos otros puedan conseguir lo que tú estás soñando. Y tú, ¿qué siembras? ¿Dónde está cayendo tu semilla? Los más grandes del mundo son aquellos que se atreven a sembrar sabiendo que serán otros los que recojan.


Querido Dios:
Vas a venir a nuestra casa,
vas venir a embarrarte...
simplemente... como un niño,
como uno de tantos
en una de tantas familias.
Hazte carne si quieres,
pero deseo que tu familia no sangre dolor,
deseo que tu familia te deje nacer,
que no te ignore y te ayude a crecer,
que no grite te odio
y en ella no oigas “no quiero volverte a ver”.
Acampa sin miedo,
que aquí te esperan
familias rotas, familias pobres,
familias tristes, familias hundidas,
familias sin Ti...
familias que quieren ser una de tantas,
una de tantas familias de amor
que, mientras te esperan, te gritan:
¡Ven pronto, Señor! 
Amén



No hay comentarios:

Publicar un comentario