Un día caminaba por el campo, cuando vi a un hombre
bastante anciano, que estaba cavando un pozo. Intrigado, me acerqué a él para
preguntarle qué estaba haciendo. "A mí siempre me gustaron las
nueces", me contestó. "Hoy llegaron a mis manos las nueces más
exquisitas que probé en mi vida, así que decidí plantar una de ellas".
Me entristecí al pensar que ese pobre hombre, a tan
avanzada edad, jamás llegaría a probar una de esas nueces. "Disculpe,
amigo", le dije. "Para que un nogal dé frutos deben pasar muchísimos
años, y dada su edad, es muy probable que cuando este arbolito de sus primeras
nueces, usted ya haya muerto hace mucho. ¿No ha pensado que tal vez sería más
provechoso para usted sembrar tomates, o melones o sandías, que le darán frutos
que usted sí podrá saborear?".
El hombre me miró un instante en silencio, durante el cual,
no supe si sentirme muy sagaz por mi observación o muy estúpido. Tras unos
segundos que me parecieron horas, finalmente me contestó: "Toda mi vida me
deleité saboreando nueces, cosechadas de árboles cuyos sembradores
probablemente jamás llegaron a probar. Cuando de nueces se trata, no le
corresponde a quien siembra el ver los frutos. Por eso, como yo pude comer
nueces gracias a personas generosas que pensaron en mí al plantarlas, yo
también planto hoy mi nogal, sin preocuparme de si veré o no sus frutos. Sé que
estas nueces no serán para mí, pero tal vez tus hijos o mis nietos las
saborearán algún día."
Y entonces me sentí muy pequeñito y egoísta por pensar sólo
en mí. Desde ese día, me dediqué a plantar nogales.
Esperar no es tarea de otros. Ni siquiera confiar en que todo se nos
dará hecho. Esperar es esforzarse para que al menos otros puedan conseguir lo
que tú estás soñando. Y tú, ¿qué siembras? ¿Dónde está cayendo tu semilla? Los
más grandes del mundo son aquellos que se atreven a sembrar sabiendo que serán
otros los que recojan.
Querido
Dios:
Vas
a venir a nuestra casa,
vas
venir a embarrarte...
simplemente...
como un niño,
como
uno de tantos
en
una de tantas familias.
Hazte
carne si quieres,
pero
deseo que tu familia no sangre dolor,
deseo
que tu familia te deje nacer,
que
no te ignore y te ayude a crecer,
que
no grite te odio
y
en ella no oigas “no quiero volverte a ver”.
Acampa
sin miedo,
que
aquí te esperan
familias
rotas, familias pobres,
familias
tristes, familias hundidas,
familias
sin Ti...
familias
que quieren ser una de tantas,
una
de tantas familias de amor
que,
mientras te esperan, te gritan:
¡Ven pronto, Señor!
Amén
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