jueves, 13 de diciembre de 2012

Conectándonos por la esperanza (II)


Un gran artista austríaco, niño precoz para la pintura, hacía unos pesebres preciosos para adorar en ellos a Jesucristo hecho Niño. Al fin, cuando creció el muchacho, se dijo:

 -¡Basta! Eso de pesebres es cosa de niños y para niños. Ya con dieciséis años, cambio de dirección...

Y dejó de pensar en el pesebre, porque se creía ya un hombre hecho y derecho. Pero no podía con cierta preocupación. Interiormente —cuenta él mismo— oyó la voz de Jesucristo en su conciencia:

-¿Qué sabrías tú de mi grandeza, si yo no me hubiera hecho pequeño por amor a vosotros?
El artista reanudó la construcción de pesebres, y cuando los amigos le reprochaban:


 - Esto lo haces por tu hijos,

 respondía con decisión, y con toda la piedad que llevaba en el alma:

-No, no es por mis hijos, es por mí. Y para cuando yo ya no pueda, mis hijos tienen el encargo de seguir construyendo pesebres para que conozcan mejor a Jesucristo.

¿Por qué es importante para nosotros, los cristianos, algo tan insignificante como un pesebre, una cuadra de animales donde tiene que nacer el Niño Jesús? Porque en esa sencillez, en esa pobreza, en ese lugar improvisado nace con toda su grandeza el Niño Jesús. Entre los más pobres, ni siquiera en la posada del pueblo porque sus padres no encontraron alojamiento. ¿Te das cuenta que el lugar donde nos hemos refugiado estos días es el más humilde de todos: el Portal de Belén?


Propongámonos estos días ser pesebre, ser humildes y acoger a todo aquel que necesita un refugio. Rezamos un Padre Nuestro pensando en esta misión. Padre Nuestro, que estás en el cielo…

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