viernes, 14 de diciembre de 2012

El centinela


Cerca de la frontera de un país lejano, perdido en medio del desierto, se alzaba un pequeño castillo. De cuando en cuando, paraban en él las caravanas, o acaso algún caminante solitario pasaba la noche. Pero la vida del castillo era muy monótona, y apenas sucedía nada que hiciese distinto un día de los otros.

Una mañana llegó un mensaje del Rey:

-    Estad preparados, porque se nos ha hecho saber que Dios va a visitar nuestro país y, tal vez, pasará por vuestro castillo. Debéis prepararos para recibirlo.

Las autoridades se dispusieron a cumplir la real orden. Mandaron llamar al centinela y le encomendaron que, a partir de aquel día, no perdiese de vista el desierto, y tan pronto como viese alguna señal de la llegada de Dios, avisase a todos. El centinela recibió el encargo. Nunca le habían confiado una misión tan importante. Firme sobre la torre, con los ojos bien abiertos, miraba continuamente el horizonte, a la espera del más pequeño indicio de la llegada de Dios.- ¿Cómo debe ser Dios? - pensaba-. Seguramente vendrá con una gran comitiva, y lo podré distinguir de lejos... Tal vez aparecerá de pronto con un gran ejército...Y fue pasando el tiempo, los días, los meses, los años. En el castillo, los oficiales y los soldados se cansaron de esperar. Hasta el Rey, cansado de esperar, se olvidó de que Dios había prometido irles a visitar. Sólo el centinela se mantenía despierto, esperando, siempre esperando, bajo el sol y bajo la lluvia de día y de noche. A veces, cansado de mirar, se preguntaba si todo aquello no habría sido un engaño... ¿Por qué va a venir Dios a visitar un castillo tan insignificante? Pero la esperanza acababa por disipar todas sus dudas. Y seguía mirando incansablemente al horizonte...Y siguieron pasando los años. El centinela ya se iba haciendo viejo y tenía que sentarse, porque las piernas ya no le respondían. Un día se levantó para observar el desierto, y notó que apenas podía moverse. Se dio cuenta de que se estaba acercando su muerte y se puso muy triste:


- Me he pasado la vida esperando la visita de Dios y tendré que morir sin haberle visto. Pero justo entonces oyó una voz a su lado:

- ¿Es que no me conoces?

 El centinela se volvió y se dió cuenta de que allí estaba Dios, a su lado, muy cerca de él, muy adentro. Lleno de alegría, le dijo:

- Ya estás aquí. ¡Me has hecho esperar tanto! ¿Por dónde has venido, que no te he visto?

Dios le respondió:

- Siempre he estado cerca de ti, desde el día que decidiste esperarme. Siempre he estado aquí, a tu lado, dentro de ti. Has necesitado mucho tiempo para darte cuenta, pero ahora ya lo sabes.

Este es mi secreto: Sólo los que me esperan, pueden verme...
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Desde el corazón, te pedimos, Señor,
por los que esperan y por los que desesperan.
Por los que buscan y por los que no buscan.
Por los que saben caminar y por los que se cansaron de caminar.
Por los que aman y por los que estropean cada día el amor.
Ven, Señor, ven a salvarnos.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

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