En septiembre de 1980, la madre Teresa de Calcuta fue a visitar
el Hogar Infantil de Calcuta. Un niño se estaba muriendo y una de las Hermanas
se lo dijo a la madre Teresa, la cual tomó al niño en sus brazos y se puso a
rezar un Padrenuestro y un Avemaría.
El capellán bendijo al niño y la madre
Teresa se lo devolvió a la
Hermana. Aquella misma tarde el niño comenzó a mejorar y al
día siguiente estaba fuera de peligro. El poder de la oración había obrado el
prodigio.
Santa María, ¡lo que eres capaz de hacer por nosotros, sólo
por un Avemaría! Por rezar un Avemaría, ¡cuánto puedo conseguir!
María,
ayúdanos a darnos cuenta de las maravillas que
Dios va haciendo en nosotros:
la vida, la familia, la educación, los amigos...
Ayúdanos a admirarnos con sencillez de lo bueno
de cada día y a ser sencillamente agradecidos.
Que no nos pueda el orgullo de ser más que los demás,
sino que sintamos el deber de poner lo que tenemos
al servicio de los demás.
Ojalá aprendamos que ‘amor con amor se paga’
y hagamos de
nuestra vida un acto de servicio
a Dios y al prójimo.
¡Santa María, mujer agradecida,
ruega por nosotros!
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