Si nos ponemos en la piel de María, algo que sorprende es la rapidez con que
dice que sí a lo que Dios le pide, la generosidad ante su vocación. ¿Sabes por
qué actúa así? Porque es consciente de algo muy importante que muchos no
sabemos, o si lo sabemos enseguida lo olvidamos: su vida no es suya.
García
Morente, un filósofo no creyente, se convirtió al cristianismo al darse cuenta de esto. Él lo
explica con estas palabras que, aunque no son fáciles, si las lees con atención
verás qué interesantes:
"Mi vida, los hechos de mi vida, se habían
realizado sin mí, sin mi intervención (se refiere al trabajo que tenía, las
amenazas que recibió, tuvo que emigrar dejando a su familia .... ). Yo los
había presenciado pero en ningún momento provocado. Me pregunto, entonces:
¿Quién pues, o qué era la causa de esa vida, que siendo mía, no era mía? Lo
curioso era que todos esos acontecimientos pertenecían a mi vida, pero no
habían sido provocados por mí; es decir, no eran míos. Entonces, por un lado,
mi vida me pertenece, pero, por otro lado, no me pertenece, no es mía, puesto
que su contenido viene en cada caso producido y causado por algo ajeno a mi
voluntad".
Sólo encontraba una solución para entender la vida: algo o
alguien distinto de mí hace mi vida y me la entrega. Madre mía, enséñame esta
lección: Mi vida es mía y no es mía. Alguien distinto de mí hace mi vida y me
la entrega. Yo con libertad la vivo como quiero, pero hay Otro que me la
entrega con un para qué, con un fin, con una misión. Por eso mi vida es mía y
es de Dios: somos copropietarios. Mi vida es para Dios, y por Él, para los
demás, porque libremente quiero hacer el bien.
Piensa en esas palabras del filósofo y dialoga con Jesús: ¿a quién pertenece tu vida? reza para terminar el avemaría, despacio.
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