Una reunión numerosa con un Obispo de la Iglesia ; uno de los asistentes se dirige a él; se
ve que le tiene cariño y, como quien está dispuesto a todo, le pregunta:
- ¿Qué
quiere que recemos por usted cada día?
El Obispo prefiere hacerse el sordo,
pero la insistencia le obliga a contestar:
- "Un acordaos". Aquél,
que estaba dispuesto a cualquier cosa, por difícil que fuese, se sintió como
defraudado, pues le parecía poco. El Obispo leyó en la cara de aquel joven su
desilusión y añadió:
- ¿Te parece escaso? ¡Qué poco valoras la oración!
Con una sola oración a la
Virgen , si tenemos fe, hacemos mucho por quienes queremos.
Madre, ayúdame a valorar cada oración. Si llamo por teléfono a un amigo dándole
un recado, sé que me ha oído y que, sí puede, lo hará. Cada vez que te digo
algo, que te rezo un Acordaos, es -¡por lo menos!- como si te llamara por
teléfono: Tú me escuchas y me haces caso. ¿No conoces la oración del "Acordaos"? Pues aquí la tienes...
Acuérdate,
¡oh piadosísima, Virgen María!,
que jamás se ha oído decir
que ninguno de los que han acudido
a tu protección,
implorando tu auxilio
haya sido
abandonado de Ti.
Animado con esta confianza,
a Ti también yo acudo,
y me atrevo a implorarte
a pesar del peso de mis pecados.
íOh Madre del Verbo!,
no desatiendas mis súplicas,
antes bien
acógelas benignamente.
Amén.
Ahora puedes seguir hablando a María
con tus palabras, comentándole algo de lo que has leído. Después termina repitiendo esa misma oración.
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