Fragmento de la carta que el P. Coll dirigió a Fray José Sanvito,
Vicario General de la Orden ,
donde expresa el objetivo de la
Fundación :
“Habiendo dedicado muchos años,
como misionero apostólico y dominico exclaustrado a la predicación… observé que la
causa de la desmoralización de los pueblos era la ignorancia… esto me dio a
entender que uno de los medios más a propósito sería la fundación de una
congregación de Hermanas terciarias dominicas, que tuviese por objeto la
enseñanza de las niños en los pueblos y ciudades”.
Y, un segundo texto, del obispo de Gerona Florentino Llorente y Montón,
donde hace mención expresa a la atención de la mujer:
“A la educación de las niñas se
dedican con solicitud en algunos pueblos, desde no hace mucho tiempo, las
hermanas de la tercer orden de Santo Domingo, que llevan ciertamente una vida
pobrísima y verdaderamente laboriosa. Así pues, se puede decir que la divina
providencia ha suscitado esta realidad para salir generosamente
al paso de la necesidades de la mujer” (T, 657).
REFLEXIÓN
Quienes conocieron al P. Coll aseguraban que no se precipitaba a
la hora de tomar decisiones. De ordinario tardaba en dar una palabra o en
adoptar una resolución pero, cuando se proponía algo tras madura deliberación
no era fácil a volverse atrás. El veía en sus largos recorridos por tierras
catalanas, la falta de escuelas, las pocas niñas que iban a ellas y la escasez
de maestros. Con la mirada amorosa al pueblo que él tanto quería, veía la gran pobreza
de las personas que tenía, como causa principal, la ignorancia de la mujer y la
carencia de formación religiosa.
Eso fue fraguando la idea de una fundación dedicada a la
educación y quería, para ella, religiosas con espíritu dominicano, mujeres evangelizadoras,
pobres, que llevasen la educación cristiana a las jóvenes sobre todo en las
poblaciones pequeñas. En la carta dirigida a la reina Isabel II expresa el
objetivo de la fundación: “siempre he considerado la instrucción de las niñas
como una obra de la mayor caridad y de gran trascendencia para el bien de las
familias y de la sociedad entera”.
Y esta intuición de San Francisco Coll no se quebró con el paso
del tiempo. Tuvo momentos de altura y momentos de declive, pero con el junco,
siempre permaneció firme, arraigado en tierra rocosa, en fundamento sólido.
Extendidas por África, Asia, América y Europa, las Dominicas de la Anunciata están “iluminando”
desde distintas acciones siempre con el ideal puesto en que la ignorancia de nuestro
tiempo tiene diferentes rostros.
PRECES
1. Por la Iglesia
para que, iluminada por el Espíritu, sea fiel a la misión que le ha sido
confiada y anuncie con humildad y fortaleza el Evangelio, sin dejarse
influenciar por los poderosos de este mundo. ROGUEMOS AL SEÑOR.
2. Por los que rigen los destinos de las naciones para que
trabajen por la paz y la justicia y defiendan los derechos y los intereses de
todos y en especial de los más débiles e indefensos.
3. Por los que se sienten abandonados o afligidos por el dolor y la
enfermedad o son víctimas de la injusticia humana, para que en todo momento
sientan la cercanía del amor de Dios.
4. Por cada una de nosotros, que impulsados por el ejemplo del P.
Coll, cultivemos el amor a María en el misterio de la Encarnación y
entreguemos nuestra vida al servicio del Evangelio.
5. Por las Dominicas de la Anunciata , para que sean signo de luz y esperanza
en la oscuridad de este mundo y puedan contagiar, con el testimonio de cada
hermana, la alegría de su consagración.
Dando gracias a Dios por el carisma dado a la Iglesia por San Francisco
Coll, digamos confiadamente la oración que Jesús nos enseñó: PADRE NUESTRO
ORACION FINAL Dios y Padre nuestro, tú
que has elegido a San Francisco Coll para anunciar el mensaje de la salvación y
disipar las tinieblas de la ignorancia con la luz de tu Palabra. Haz que su ejemplo
e intercesión suscite nuevos anunciadores del evangelio en todos los estados de
la vida cristiana. Así, firmes en la fe, esperanza y caridad, seamos en la Iglesia instrumentos de
reconciliación, de paz,
justicia y solidaridad. Te lo pedimos por Cristo Nuestro Señor. Amén
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