Fe + Caridad. No es legítimo separar, y menos, oponer,
fe y caridad, dos virtudes teologales íntimamente unidas. “La existencia
cristiana consiste en un continuo subir al monte del encuentro con Dios para
después volver a bajar, trayendo el amor y la fuerza que derivan de este, a fin
de servir a nuestros hermanos y hermanas con el mismo amor de Dios” (Benedicto
XVI). Contemplación y acción están llamadas a coexistir e integrarse. La
acogida salvífica de Dios, su gracia, su perdón por la fe orienta y promueve
las obras de la caridad.
= Misión. La mayor obra de caridad, que nace de la fe, es la
evangelización. “Ninguna acción es más benéfica y, por tanto, caritativa hacia
el prójimo que partir el pan de la
Palabra de Dios, hacerle partícipe de la Buena Nueva del
Evangelio [...]: la evangelización es la promoción más alta e integral de la
persona humana” (íd.). El anuncio del Evangelio se convierte en una
intervención de ayuda al prójimo, justicia para los más pobres, posibilidad de
instrucción y asistencia médica, entre otras implicaciones sociales.
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