Jesús,
profundamente conmovido, dijo: «Os aseguro que uno de vosotros me va a
entregar». Los discípulos se miraron unos a otros perplejos, por no saber de
quién lo decía… Y, untando el pan, se lo dio a Judas, hijo de Simón el
Iscariote. Detrás del pan, entró en él Satanás. Entonces Jesús le dijo: «Lo que
tienes que hacer hazlo en seguida». Ninguno de los comensales entendió a qué se
refería… Judas, después de tomar el pan, salió inmediatamente. Era de noche.
Cuando salió,
dijo Jesús: «Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en
él. Si Dios es glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo:
pronto lo glorificará. Hijos míos, me queda poco de estar con vosotros. Me
buscaréis, pero lo que dije a los judíos os lo digo ahora a vosotros: «Donde yo
voy, vosotros no podéis ir»».
Simón Pedro
le dijo: «Señor, ¿a dónde vas?» Jesús le respondió: «A donde yo voy no me
puedes acompañar ahora, me acompañarás más tarde». Pedro replicó: «Señor, ¿por
qué no puedo acompañarte ahora? Daré mi vida por ti». Jesús le contestó: « ¿Conque
darás tu vida por mí? Te aseguro que no cantará el gallo antes que me hayas
negado tres veces».
Jn 13,
21-33.36-38
Los pies de Judas como los de los demás
Es más fácil hablar de los labios de Judas que
de sus pies. Todo por causa de aquel beso, naturalmente. Los labios de Judas
son incómodos para todos. Aunque solo sea porque nos recuerdan que también
nosotros llevamos en la boca la posibilidad de dar, cada día, un beso infame
parecido.
Sin embargo, esos pies han sido lavados por
Jesús. Con la misma ternura que los de Pedro, Juan, Santiago. Han sido enjugados
con sus manos con el mismo arrebato de amor expresado por todos. Pues bien, los
pies de Judas, siguen siendo para todos nosotros el emblema de una angustiosa
necesidad de redención, que pide nuestro servicio y no el rigor de nuestra
condena.
No importa cuál sea el éxito del lavatorio. Como
tampoco importa saber si el destino final de Judas fue de salvación o de
perdición. Son cosas del Señor: el único capaz de acoger hasta el fondo el misterio
de la libertad humana y de corregir sus elecciones, aun las más absurdas, en el
océano de su misericordia. A nosotros nos toca solamente entrar en la lógica
del servicio, frente a la cual no existe ambigüedad de pies que puedan legitimar
el rechazo o la discriminación.
Don Tonino Bello, Acoger y dar vida
Pablo es un muchacho toxicómano en la cárcel
y siempre pide por todos en la eucaristía, pero hoy ha sido especial. Ha dicho
algo así como: “Yo quiero pedir hoy por todas las
madres y por todas las familias; pero quiero también agradecer lo que hemos
vivido aquí, porque Dios nos ha hablado a todos a través de lo que hemos comentado
y reflexionado, y quiero pedir para que todos podamos vivir lo que hemos rezado
aquí. Porque cuando haces una cosa por los demás eso se te vuelve a ti; cuando
eres capaz de amar a alguien ese amor se te devuelve a ti. Quiero agradecer a
Dios que nos haya permitido tener esta experiencia esta mañana. Gracias por todas
las personas que nos enseñan que esto es así, que merece la pena amar a los demás
y eso además nos hace ser felices, y ojalá que muchos también puedan tener esta
experiencia…”
Pablo, aquel muchacho vapuleado por la vida,
estaba hablando de Dios, estaba dándonos a respirar profundamente a Dios.
Estaba dando muestras de sentirse perdonado, aceptado y querido por Dios, y nos
invitaba a todos a sentirnos también perdonados y a participar de esa misma
fiesta. Creo que ha sido en el fondo una confesión concreta, un quedarse
desnudo delante de Dios y un reconocimiento especial de lo que Dios también va
haciendo en su vida.
Javier Sánchez, sacerdote
ORACIÓN FINAL
Jesús, tus amigos Judas y Pedro
no entendieron tu proyecto
si no era sobre la base de un
triunfo popular,
de un éxito político.
Lo tuyo no fue sólo hacer el
bien.
Fue hacerlo de tal forma que
entraste en conflicto con quienes,
por motivos de poder, hacían
imposible que este mundo
resultase más humano y la vida
más soportable.
No aceptaron tu fracaso,
tu entrega voluntaria y sin
resistencia a las autoridades.
Señor, haznos entender tu lógica.
También a nosotros nos cuesta.
Amén.
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