Dijo Jesús a
los judíos: «Si yo doy testimonio de mí mismo, mi testimonio no es válido. Hay otro que da testimonio de mí, y sé que es
válido el testimonio que da de mí... Juan era la lámpara que ardía y brillaba,
y vosotros quisisteis gozar un instante de su luz. Pero el testimonio que yo
tengo es mayor que el de Juan: las obras que el Padre me ha concedido realizar;
esas obras que hago dan testimonio de mí: que el Padre me ha enviado. Y el
Padre que me envió, él mismo ha dado testimonio de mí.
Nunca habéis
escuchado su voz, ni visto su semblante, y su palabra no habita en vosotros,
porque al que él envió no le creéis. Estudiáis las Escrituras pensando encontrar
en ellas vida eterna; pues ellas están dando testimonio de mí, ¡y no queréis
venir a mí para tener vida! No recibo gloria de los hombres; además, os conozco
y sé que el amor de Dios no está en vosotros. Yo he venido en nombre de mi
Padre, y no me recibisteis; si otro viene en nombre propio, a ése sí lo recibiréis...
No penséis que yo os voy a acusar ante el Padre, hay uno que os acusa: Moisés,
en quien tenéis vuestra esperanza. Si creyerais a Moisés, me creeríais a mí,
porque de mí escribió él. Pero, si no dais fe a sus escritos, ¿cómo daréis fe a
mis palabras?»
Jn 5, 31-47
«El amor ha sido derramado en nuestros corazones»,
dice Santa Teresa. «Amor saca amor». «Sabernos amados nos urge a amar». Toda la
vida cristiana consiste en: «vivir en clave de amor y de amistad nuestra
relación con Dios y con los demás».
Lo fundamental no es creer verdades sino
creer vivencialmente en el amor gratuito, incondicional de Dios y acogerlo como
fundamento de nuestra existencia y de nuestra relación con los demás. La fe
consiste en verme, saberme y experimentarme amado por Dios, abandonarme a ese
amor.”
¿Te sientes amado personalmente por Dios?
Dale gracias a Dios por ese amor incondicional hacia ti. Dale gracias de palabra
y con obras esforzándote hoy en amar a aquellas personas de tu entorno que no
pueden vivir su vida con plenitud y dignidad.
Oración para descubrir al otro
Señor, hazme descubrir en cada rostro,
en el fondo de cada mirada,
un hermano semejante a ti.
Al mismo tiempo,
completamente distinto
a todos los otros y a mí.
Quisiera, Señor,
tratar a cada uno a su manera,
como tu lo hiciste con la Samaritana ,
con Nicodemo, con Pedro,
como lo haces conmigo.
Quisiera empezar hoy mismo
a comprender a cada uno en su mundo,
con sus ideales, con sus virtudes
y debilidades,
con todas las cosas que forman su ser...
Ilumíname también para comprender
a los que dependen de mí,
a todos con quienes me relaciono.
Ayúdame Señor, a ver a todos
como tú los ves,
a valorarlos no por su inteligencia,
su fortuna o sus talentos,
sino por la capacidad de amor
y de entrega que hay en ellos.
Que me sepa encontrar
con cada uno de ellos.
Que en otro te vea a ti Señor.
«Señor, que te vea
detrás de cada rostro»
ORACIÓN FINAL
Dame la gracia de ser compasivo,
Dios mío,
Tú eres todo ternura para mí.
Dame la gracia de compadecerme
de quienes viven en la aflicción
y de correr en ayuda de los que
pasan necesidad.
Dame la gracia de consolar a los
que sufren,
De animar a los deprimidos.
Dame la gracia de devolver la
alegría a los pobres,
de servir de apoyo a los que
lloran,
de devolver siempre bien por mal,
de no despreciar a nadie
y de respetar a todos. Amén.
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