Seis días
antes de la Pascua ,
fue Jesús a Betania, donde vivía Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos. Allí
le ofrecieron una cena; Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaban con
Él a la mesa. María tomó una libra de perfume de nardo, auténtico y costoso, le
ungió los pies y se los enjugó con su cabellera. Y la casa se llenó de la fragancia
del perfume.
Judas
Iscariote, uno de sus discípulos, el que lo iba a entregar, dice: «¿Por qué no
se ha vendido este perfume por trescientos denarios para dárselos a los
pobres?» Esto lo dijo, no porque le importasen los pobres, sino porque era un
ladrón; y como tenía la bolsa llevaba lo que iban echando. Jesús dijo: «Déjala,
lo tenía guardado para el día de mi sepultura; porque a los pobres los tenéis siempre
con vosotros, pero a mí no siempre me tenéis».
Jn 12, 1-11
A “seis días
de la Pascua ”,
Jesús sigue compartiendo y celebrando la vida y la amistad a través de la mesa
compartida, la amistad servicial de Marta, el perfume costoso de María, la
unción de los pies, la fragancia que llena la casa. Jesús quiso celebrar el don
de la vida en plenitud, celebración que implica encuentro, entrega de lo mejor
que tenemos y somos.
“Y la casa
se llenó de la fragancia”. ¿Dónde encontrarme con el
Señor? ¿Cómo derramar mi perfume, aquello que tengo y soy? Son, quizá,
preguntas que me puedo hacer en este día. También yo puedo celebrar el don de la
vida tomando consciencia de que Jesús sigue caminando conmigo y con mi próximo.
Me corresponde a mí buscarlo entre la gente, en lo que me rodea y, con mi servicio
y entrega, ungir con mi perfume para que la fragancia de la vida, de la
amistad, del Amor se pueda sentir a mi alrededor.
Jesús mío: ayúdame a esparcir tu fragancia
donde quiera que vaya;
inúndame con tu espíritu y tu vida;
penetra todo mi ser
y toma de él posesión
de tal manera que mi vida
sea en adelante
una irradiación de la tuya.
Quédate en mi vida
en una unión tan íntima
que las personas
que tengan contacto conmigo
puedan sentir en mí tu presencia;
y que al mirarme olviden que yo existo
y no piensen sino en Ti.
Quédate conmigo. Así podré convertirme
en luz para los otros.
Esa luz, oh Jesús, vendrá toda de Ti;
ni uno solo de sus rayos será mío.
Te serviré apenas de instrumento
para que Tú ilumines sus vidas
a través de mí.
Déjame alabarte en la forma que te es
más agradable:
llevando mi lámpara encendida
para disipar las sombras
en el camino de otras personas.
Déjame predicar
tu nombre sin palabras…
Con mi ejemplo, con mi fuerza
de atracción
con la sobrenatural influencia
de mis obras,
con la fuerza evidente del amor
que mi corazón siente por Ti.
John
Henry Newmann
ORACIÓN FINAL
Padre, dame fuerzas para que
pueda quitar mis miedos;
que pueda caminar en tu
presencia;
que pueda ser capaz de llevar tu
fragancia de Amor,
tu Palabra capaz de animar y
llenar de gozo y alegría
a tus
hijos e hijas. Amén.
Bellísima oración. MIL GRACIAS Y BENDICIONES
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