Jesús estaba
echando un demonio que era mudo y, apenas salió el demonio, habló el mudo. La
multitud se quedó admirada, pero algunos de ellos dijeron: «Si echa los
demonios es por arte de Belzebú, el príncipe de los demonios». Otros, para
ponerlo a prueba, le pedían un signo en el cielo.
Él, leyendo
sus pensamientos, les dijo: «Todo reino en guerra civil va a la ruina y se
derrumba casa tras casa. Si también Satanás está en guerra civil, ¿cómo
mantendrá su reino? Vosotros decís que yo echo los demonios con el poder de
Belzebú; y, si yo echo los demonios con el poder de Belzebú, vuestros hijos,
¿por arte de quién los echan? Por eso, ellos mismos serán vuestros jueces.
Pero, si yo
echo los demonios con el dedo de Dios, entonces es que el reino de Dios ha
llegado a vosotros. Cuando un hombre fuerte y bien armado guarda su palacio,
sus bienes están seguros. Pero, si otro más fuerte lo asalta y lo vence, le
quita las armas de que se fiaba y reparte el botín. El que no está conmigo está
contra mí; el que no recoge conmigo desparrama».
Lc 11, 14-23
¿Eres ese corazón lleno de amor y esas manos
llenas de generosidad o ese hombre enfermo de soledad? Tus acciones ¿están a la
altura de los hijos de Dios?
Atrévete a mirar en tu interior, a analizar tu
yo más profundo con una mirada optimista, dispuesta y sin miedo al cambio, y
aunque el tiempo vaya pasando no te detengas. Recuerda: Piensa en grande,
comienza por lo pequeño, pero no te detengas.
Señor, cuando tenga hambre,
Dame alguien que necesite comida.
Cuando tenga sed,
dame alguien que precise agua.
Cuando sienta frío,
dame alguien que necesite calor.
Cuando sufra,
dame alguien que necesita consuelo.
Cuando mi cruz parezca pesada,
déjame compartir la cruz del otro.
Cuando me vea pobre,
pon a mi lado algún necesitado.
Cuando no tenga tiempo,
dame alguien que precise de mis minutos.
Cuando sufra humillación,
Dame ocasión para elogiar a alguien.
Cuando esté desanimado,
dame alguien para darle nuevos ánimos.
Cuando quiera que los otros me comprendan,
dame alguien que necesite de mi comprensión.
Cuando sienta necesidad de que cuiden de mí,
dame alguien a quien pueda atender.
Cuando piense en mí mismo,
vuelve mi atención hacia otra persona.
Haznos dignos, Señor, de servir a nuestros
hermanos.
Dales, a través de nuestras manos,
No solo el pan de cada día,
también nuestro amor misericordioso, imagen
del tuyo.
Madre
Teresa de Calcuta M.C.
ORACIÓN FINAL
La piel se arruga, el pelo se
vuelve blanco,
lo días se convierten en años.
Pero lo importante no cambia,
tu fuerza y tu convicción no
tienen edad.
Sigue aunque todos esperen que
abandones.
No dejes que se oxide el hierro
que hay en ti.
Haz que en vez de lástima te
tengan respeto.
Cuando por los años no puedas
correr, trota.
Cuando no puedas trotar camina.
Cuando no puedas caminar usa
bastón.
Pero nunca te
detengas.
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