Un día, un hombre sentado al borde del
camino bajo un árbol, observó cómo la
oruga de una crisálida de mariposa intentaba abrirse paso a través de una pequeña abertura aparecida en
el capullo. Estuvo largo rato
contemplando cómo se esforzaba hasta que, de repente, pareció detenerse y que había llegado al límite de
sus fuerzas: no conseguiría ir más lejos.
O así creía él. El hombre decidió ayudar
a la mariposa: agarró una tijera y ensanchó
el orificio del capullo. La mariposa, entonces, salió fácilmente. Pero su cuerpo estaba blanquecino, era
pequeño y tenía las alas aplastadas. El
hombre continuó observándola, porque esperaba que, en cualquier momento, sus alas se abrirían y
estirarían y el insecto se echaría a
volar. Nada ocurrió.
La mariposa vivió poco y murió.
Nunca voló, y las pocas horas que
sobrevivió las pasó arrastrando lastimosamente su cuerpo débil y sus alas encogidas. Aquel caminante, con su gentileza y voluntad
de ayudar, no comprendió que el esfuerzo
necesario para abrirse camino a través del capullo era la manera que Dios había dispuesto para
que la circulación de su cuerpo llegara
a las alas, y estuviera lista para volar una vez hubiera salido al exterior.
Algunas veces, justamente es el esfuerzo
lo que necesitamos en nuestra vida. Si
Dios nos permitiese vivir sin obstáculos,
quedaríamos inválidos. Nunca llegaríamos a nuestra plenitud. El éxito en la vida se mide por los obstáculos
que has tenido que enfrentarse en el
camino.
Dice el libro del Eclesiastés (capítulo 3), en el Antiguo
Testamento:
Hay un tiempo para cada cosa, y un
momento para hacerla bajo el cielo: Hay tiempo de nacer y tiempo para morir; tiempo
para plantar, y tiempo para plantar lo plantado. Un
tiempo para dar muerte, y un tiempo para sanar; un tiempo para destruir, y un
tiempo para construir. Un tiempo para llorar y otro para reír; un
tiempo para los lamentos, y otro para las danzas. Un
tiempo para lanzar piedras, y otro para recogerlas; un tiempo para abrazar, y
otro para abstenerse de hacerlo. Un tiempo para buscar, y otro para perder; un
tiempo para guardar, y otro para tirar fuera. Un
tiempo para rasgar, y otro para coser; un tiempo para callarse, y otro para
hablar. Un tiempo para amar, y otro para odiar; un tiempo para la guerra y otro
para la paz.
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