Querido amigo/a: si eres uno de los 14.000 españoles que un
día sintió la llamada del Señor para anunciar la buena noticia del Evangelio en
los lugares más perdidos del mundo, esta carta es para ti.
¿Sabes?, durante el DOMUND de otros años he visto a muchos niños por las
calles, orgullosos con sus huchas, pidiendo dinero para ayudar a las misiones
(no me extrañaría que tu vocación misionera surgiera de esa manera). Y sentí un
poco de vergüenza, al ver que el compromiso de esos niños con la misión era más
decidido que el mío. Cuando, un poco más tarde, recibí en Misa el sobre del
DOMUND, intenté meterme en él con todo mi corazón agradecido, con mi plegaria y
con una pequeña ayuda económica.
El domingo 21, mientras unos y otros te recordaremos en la Jornada Mundial de
las Misiones, tú seguirás con tu labor cotidiana y escondida. No sé si eres uno
de esos sacerdotes misioneros que celebra Misa para un puñadito de niños y
mujeres africanos que tienen por único templo un árbol perdido en medio de la
sabana.
Tal vez seas una de esas religiosas que ha consagrado toda
la vida a llevar consuelo a los pobres con el pan que alimenta el cuerpo y con la Palabra que alimenta el
alma.
A lo mejor no eres tú, sino vosotros, porque formas parte de una de esas
familias misioneras que, cargando a sus espaldas con 3, 4, 5... hijos, dejan la
comodidad de un hogar seguro para compartir el amor entre otras familias menos
favorecidas. O tal vez seas un joven que, yendo en busca de aventuras, se
encontró con un tesoro que le ha cambiado la vida. O quién sabe si, con un
sufrimiento que sólo Dios comprende, has tenido que abandonar la misión porque
el Señor te ha pedido ofrecer tu enfermedad para que otros sigan en vanguardia.
Finalmente, podrías muy bien ser misionero desde el cielo; ¿acaso vosotros, los
misioneros, no habéis repetido tantas veces que nunca se deja de serlo?
En fin, ignoro casi todo de ti, querido misionero, pero
conozco lo esencial. Sé que un día oíste la llamada del Señor a seguir sus
pasos y, sin mirar atrás, cogiste su mano con absoluta confianza, abandonaste
tus miedos y dijiste Sí. Y de ese Sí ha surgido toda la fecundidad de tu vida
misionera. Sé por cuántas dificultades has pasado, pero sacas la fuerza de la
oración y te levantas cada día confiando en que la Providencia , un día
más, te ayudará a salir adelante. Cada amanecer es para ti una nueva creación,
una nueva esperanza, una nueva oportunidad de sembrar un poquito de amor. Sé
que eres feliz; sólo se puede ser feliz junto al Señor, y tú no te has separado
de Él ni un solo día de tu vida. Y estando junto a Él, ¿a cuántos has sabido
también llevar a Su lado?
Para terminar, te pido un favor: únete a mí, para suplicar a la Reina de las Misiones que
haga crecer entre los jóvenes el deseo de ser misioneros. Ojalá pronto nuestra
oración sea escuchada, y algún intrépido misionero junior vaya a echarte una
mano. Hasta otra, misionero querido. Intentaré no estar muy lejos.
Dora Rivas - Responsable de la Base de Datos de Misioneros
Españoles
Carta publicada originalmente en Alfa y Omega, n.º 757
No hay comentarios:
Publicar un comentario