martes, 20 de noviembre de 2012

Te he hecho a ti


Era un día lluvioso y gris. El mundo pasaba a mi alrededor a gran velocidad. Cuando de pronto, todo se detuvo. Allí estaba, frente a mí: una niña apenas cubierta con un vestidito todo roto que era más agujeros que tela. Allí estaba, con sus cabellitos mojados, y el agua chorreándole por la cara. Allí estaba, tiritando de frío y de hambre. Allí estaba, en medio de un mundo gris y frío, sola y hambrienta.

Me encolericé y le grité a Dios: "¿Cómo es posible Señor, que habiendo tanta gente que vive en la opulencia, permitas que esta niña sufra hambre y frío? ¿Cómo es posible que te quedes ahí tan tranquilo ante tanta injusticia sin hacer nada?".  

Después del silencio que me pareció interminable, sentí la voz de Dios que me contestaba: "¡Claro que he hecho algo! ¡Te hice a ti!".

Ojalá en vez de quejarnos tanto y buscar respuestas imposibles a los problemas del mundo nos demos cuenta que la solución no es “echar balones fuera”, sino ponerse manos a la obra para cambiar el mundo.

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