Un barril cargado de explosivos reventó el sueño de Rateb
Malis, una pequeña siria de tan sólo un mes, el siete de enero pasado.
Fracasó. La detonación convirtió en polvo la casa de sus familiares en Duma, al
noreste de Damasco. Pero un hada encajó el cuerpo del bebé en la pila de
escombros de tal manera que pudo ser rescatado vivo a los pocos minutos.
Cada bombardeo aéreo produce la misma escena de terror. La
niebla gris eclipsando el sol, los cuerpos esturreados entre cascotes y hierros
retorcidos, los horrendos gritos de dolor de quienes, aún vivos, están
atrapados y las almas que deambulan por la escena. Mudas, ensangrentadas y
cubiertas de polvo: muertos en vida.
Y en una escena así renació Rateb veintisiete días después
de hacerlo por primera vez. Sus rescatadores le elevan al cielo, como
buscando al Dios que ha besado a la niña. Su padre, también llamado Rateb, mece
con cariño a su pequeño milagro. A su lado en las fotos le observa Maria, la
otra hermana, también superviviente de ese bombardeo.
Pese a que matar se ha tornado, por obra de la industria
militar, en una fina obra de arte de la maldad, en Siria se está recurriendo
también a la masacre de brocha gorda. Unos rellenan de dinamita y metralla
barriles de petróleo y los tiran desde helicópteros.
Falsos barriles de petróleo
Esta técnica es la que, dicen los vecinos de Duma, se usó
para intentar matar a Rateb. Puesto que los helicópteros militares no disponen
de sistema de lanzamiento de bombas, y las metralletas de que disponen no
resultan suficientemente efectivas, en 2012 Bashar Asad optó por hacer un uso
más mortal de ellos.
Según el basado en Londres Observatorio Sirio para los
Derechos Humanos, el lanzamiento masivo de barriles de explosivos mató a
más de 500 vecinos en Alepo a finales de diciembre. Su efecto es devastador,
similar al de los misiles SCUD. Pero son mucho más baratos, es decir, un
producto tentador en manos de cualquier asesino.
Rateb ha sido inmensamente afortunada. No tanto las familias
de los más de 11.400 niños que, según el Grupo de Investigación de Oxford
(ORG), han perdido la vida en los casi tres años de conflicto que llevan
sufriendo. Los menores que no mueren por las bombas, mueren de hambre. Siria
ha perdido a su primera generación del siglo XXI.
La situación es de una gravedad tal que la ONU tuvo que pedir seis mil
millones y medio de dólares para atender a los cientos de miles de desplazados
por el conflicto armado. Es la mayor llamada de la historia para una sola
crisis humanitaria. El martes, la Unión Europea anunció la donación de 165 millones
de euros para intentar aliviar una tragedia sin alivio.
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