“Un niño, un maestro, un libro y un lápiz pueden cambiar el
mundo”.
Estas sencillas palabras de Malala Youfzasai han dado la
vuelta al mundo. O ¿tal vez, todavía no? Porque si es verdad que ya casi todos
somos muy conscientes de la necesidad de la educación, porque es la que puede
cambiar el mundo para hacerlo mejor, también parece verdad que este
convencimiento no ha llegado aún a muchos países, ya que en el mundo, para
vergüenza de todos, hay todavía doscientos cincuenta millones de niñas que
no tienen acceso a la escuela. Reacciones como la de esta adolescente de dieciséis
años nos abren un horizonte esperanzador.
Corroboran la importancia de la educación tanto su reacción
al tiroteo recibido, precisamente por ir a la escuela, junto con su compromiso
con el aprendizaje, como su decisión de no pensar en ninguna venganza, y su
capacidad de luchar para que la educación pueda llegar a todos.
La evidencia nos ha vuelto a poner de manifiesto que es la
educación la que puede cambiar el mundo. En el compromiso por la educación nos
ayudan tanto la admiración por la vida de Malala como la lectura de su libro
"I am Malala", pero lo que hará que ni su vida ni su obra hayan sido
en balde será cuando de la admiración sepamos pasar a la interpelación. Es
mucho lo que de cada uno depende.
No hay comentarios:
Publicar un comentario